División: Cap. 3, Días posteriores


La fiesta y el júbilo llegaba más allá de lo que ninguno podíamos imaginar. Alemania de Oeste se llenaba de alemanes del otro lado, y viceversa. Crucé el muro caído durante días, levantaba mi bici por todos los cascotes del muro, y entraba en una fotografía de otra época. Mi cámara reflex de principios de finales de los 80, iba a retratar espacios con treinta años de diferencia. Los colores estaban gastados, el rojo no era rojo, sino anaranjado, sólo las banderas soviéticas conseguían brillar, sólo ellas representaban el color del comunismo, de la riqueza del pueblo. Desde el oeste, se dió la bienvenida a los del este con cheques de 100 marcos. Se pretendía que conociesen el capitalismo, hiciesen sus primeras compras ..., pero nadie los gastó. Los bancos de la capital se vaciaron rápido ante la avalancha de peticiones, pero nadie gasto ese dinero. Habían pasado tantos años de miseria, que no entendían la filosofía del capitalismo. Ingresar a la misma velocidad que lo gastas. Allí las tiendas tenían los productos básicos, eran una buena muestra de las trivialidades de la vida. Lo menos con lo que el hombre puede vivir. Es muy cínico intentar que el mundo viva con lo mínimo, mientras que unos viven con todos los lujos, pero igualmente la población era feliz con poco. La ambición abre los límites de la avaricia y estalla en el inconformismo. Para mi sería imposible vivir en este mundo, y sólo nos separa unos cientos de metros. Mismo idioma, mismos caracteres, misma raza, y en sólo treinta años tenemos una imagen de la vida totalmente diferentes.


Llevaba días recordando a Nadine. Hacía más de un año que decidimos dejar de quedar, no era nuestro momento, era imposible. El hormigón había conseguido enfriar nuestra atracción. Actualmente vivo con mi pareja, Sophie, una chica francesa hija de un sarjento de la zona ocupada por los franceses. Todo ha ido bien hasta ahora, no había memorias, ni recuerdos, ni arrepentimientos, mi vida estaba en un punto álgido. Pero algo ha cambiado, caído el muro, hay una Alemania mas allá, y una parte de mi esta allí, ¿Qué puedo hacer?. Ayer busqué la caja donde guardaba todos los objetos que Nadine me había lanzado por encima del muro. En algún lugar debería tener alguna referencia para encontrarla. Finalmente en una libreta pequeña donde anotaba todo lo que quería haberme dicho en cada momento, y no pudo, estaba su dirección, MolstraBe 27 1º derecha, era una zona de viviendas cercana a AlexandrezPlatz. Sólo recorrí la zona, engañándome por supuesto, en el fondo lo que quería era encontrarla.

En juego había muchas cosas, mi relación con Sophie, mi estabilidad emocional y la de ella. ¿Porqué iba a querer conocerme?, ¿estaría con alguien igual que yo?

Por ahora necesito unos días para aclararme.

División: Cap. 2, El derribo



No podía creerlo, en la televisión, en la radio, en todos lados, como si hubiésemos ganado un mundial de fútbol, toda la gente gritaba por las calles, los claxons no paraban de sonar. Helen y yo no quisimos ser menos. En el metro no se cabía, así es que montamos en nuestras bicicletas, y fuimos lentamente cruzando el río Spree. Lo que hoy es Potsdamer Platz, sólo era un descampado, destruida la plaza original del siglo diecinueve, el muro la atravesaba. Ese muro que durante décadas dividió al mundo, hoy sólo era un muro. No eran ladrillos, ni cemento, ni hormigón. Era una filosofía absurda y barata, que costó la vida de mas de cien personas. Tal día como hoy, Esos ladrillos eran materiales, esos alambrados podían retirarse con tranquilidad, y el hormigón parecía robusto, aguantando a miles de personas sobre si. Orgulloso de su compostura, de su construcción, dando muestras de para que debe ser utilizado un componente como tal.

Familias enteras se abrazaban y lloraban juntas, habían estado separadas , incluso algunos miembros, los más jóvenes no se conocían. Todo era una fiesta. Los guardas fronterizos, miraban atónitos, sin saber que decir, ni que hacer. No tenían órdenes algunas sobre abrir o no las puertas, pero ya no las había, todo el mundo pasaba por encima. O permitían eso, o el baño de sangre sería inmediato y catastrófico para un régimen sin sentido, y con fecha de muerte preestablecida.

Estuvimos hasta bien entrada la madrugada, tardamos horas en llegar a las proximidades de la puerta de Brandeburgo, debido a la aglomeración. Bebimos cerveza, Champagne, y todo lo que se puso a nuestro alcance. Veíamos a decenas de Trabans por el oeste de Berlín, una antítesis de la historia reciente en Alemania. Algo inédito e impensable tan solo unas horas antes, pero esa era la realidad, no había marcha atrás.

Nunca antes (o no lo recordaba en ese momento), me acosté con una cara tan sonriente. No pude dormir durante un par de horas, de la excitación que tenía. Cuando conseguí relajarme y abrí los ojos de golpe.

¡¡¡ Nadine !!!

División: Cap. 1, Detrás del muro



(Albert) - Hola, estás ahí?
(Nadine) - Si, pero habla bajo, hoy los guardas están más atentos que nunca. Algo está pasando.
(Albert) - Ya escuché en las noticias. ¿Estas sentada?
(Nadine) - Si, como siempre. De espalda al muro. ¿Y tú?
(Albert) - Claro, desde que llegué. ¿Qué me has traído hoy?
(Nadine) - Bueno, es una sorpresa, te la daré mas tarde.
(Albert) - No empieces, dímelo ya.
(Nadine) - Tendrás que esperar.
(Albert) - Pues al menos dime que llevas puesto.
(Nadine) - Llevo un calcetín de cada color.

- Risas a uno y otro lado.

(Albert) - Yo he roto uno, me sobresale el dedo gordo.
(Nadine) - No puedo creerlo, devuélvemelo y lo coseré.
(Albert) - De acuerdo, espera. Una, dos y tres. Ahí va!!!
(Nadine) - Lo tengo.
(Albert) - ¿Sabes qué? Muchas veces he imaginado como sería nuestro encuentro, y no sabría que haría.
(Nadine) - ¿No sabrías? Yo te besaría.
(Albert) - Si, pero nos conocemos de oídas, apenas tengo un par de fotos tuyas.
(Nadine) - ¿Nunca has conocido a nadie, y de repente da la sensación de que lo conoces de toda la vida?
(Albert) - Si, podría ser parecido.Te besaría según te viese. Te abrazaría con todas mis fuerzas.
(Nadine) - Creo que me daría vergüenza.

- Silencio

(Nadine) - ¿A qué hueles?
(Albert) - Acabo de comer una tarta de arándanos.
(Nadine) - Nunca he probado una tarta así.
(Albert) - Puedo traerte alguna, pero con el golpe, seguro que queda hecha trizas.
(Nadine) - Seguramente. Pero tráeme un trozo pequeño, quiero probarla.
(Albert) - Está bien, creo que queda algo de lo que mi madre me envió.
(Nadine) - ¿Qué cocinarías para mi?
(Albert) - No soy muy hábil en la cocina, creo que compraría algo precocinado.
(Nadine) - ¿Nunca haces nada en casa? ¿Todo lo compras fuera?.
(Albert) - No, a veces si cocino pero comidas livianas.
(Nadine) - Albert, me tengo que ir ya. Tengo clase a las 8.
(Albert) - Vale, quedamos a la misma hora.
(Nadine) - Te mando lo que te traje hoy , ¿de acuerdo? ten cuidado, que puede hacerte daño.
(Albert) - ¿Són tus bragas?
(Nadine) - Si, era para que no hiciesen demasiado ruido. Mira dentro.
(Albert) - Son unas llaves.
(Nadine) - Si de mi casa, quiero que las tengas.
(Albert) - {silencio}
(Nadine) - Buenas noches.
(Albert) - Ten cuidado.

Berlín, veinticinco de enero , de mil novecientos ochenta y seis

Reloj bioilógico



Indignado mi ser se levanta cada mañana, suena el despertador retumbando mi almohada. Es la hora de levantarse. Cinco horas y medio, ¡Ufff que lujo! Una ducha rápida, un café cargado, limpiarse los dientes, guardar el ordenador y camino del trabajo. Puede ser cualquier día del año , de cualquier persona del mundo.

El orden cambia, el contenido también. Podemos ver en grandes ciudades, como toman el café por la calle (me encanta andar saboreándolo). No hay tiempo para nada, hay que solapar actividades.

El trabajo de hace unos años era netamente físico. Un hombre de mediana edad, peludo, comiéndose un plátano, mientras que se rascaba el sobaco (es mi mejor descripción de un mono a éstas horas), entre carga de sacos, arado, ... su cuerpo no necesitaba de su mente, y si ésta hablaba sin que se le preguntara, un tinto o un aguardiente, la dejaba en letargo.

Oh! dorados tiempos para el hombre, diría un poeta. Dorados al sol, silbando despertando a los gallos, mientras los pájaros comienzan a piar.

Hoy en día no terminas de trabajar, no desconectas, tu mente manda, y tu físico es un esclavo que la sigue. Deambula en el letargo mientras que el cerebro hace millones de operaciones por segundos.

Por fin, tienes un día tranquilo, no tienes prisa, ni nada que hacer. No es el día de San Cristobal , en el que 50 camiones festejan su día. No es nada, no es un día, es tu día. Descansar, descansar, descansar, ... es lo último que pensaste la noche anterior.

De repente te despìértas relajado, sin cansancio, miras el reloj, hoy no ha sonado, incluso su tictac suena mas bajo. Pero te das cuenta de que es temprano, no querías madrugar. No tienes nada que hacer, no hay objetivos, no hay café hecho, el gas se ha acabado, pero estás despierto. El gallo aún tiene una cerveza en la mano, y tu ya estas con los ojos como platos. Cinco horas durmiendo y estas en pie.

Amigo, vivimos en un mundo enfermizo, esto es antinatural. Negamos constantemente nuestro evolución de los monos, negamos nuestra condición de animal, tendemos a mecanizarnos y automatizarnos. Quiero liberar mi mente , quiero parar mi reloj biológico.

Hoy es martes, tres de noviembre de dos mil nueve.

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