Apaga y Vámonos



Aquella tarde, llegué antes que de costumbre a casa. No había nadie, así que decidí llenar la bañera y relajarme en el silencio. Dejé caer mis brazos, reposé mi cabeza sobre un cojín y detuve mi mente.

Sin control del tiempo ninguno, desorientado en el espacio me desperté asustado por aquella luz azul moviéndose de lado a lado levemente. Escuché algo de ruido, sin duda mi chica había llegado. Entró en el baño desnuda, con un cesto de fruta cortada, algo de vino, y una cara que mirándome fijamente a los ojos, no dejaba lugar a dudas de sus intenciones. El agua hacía rato había comenzado a enfriarse, pero de repente, mi temperatura corporal dejó de sentirla. Melón con unas gotas de vino masticado a medias, me supo a todo menos a melón. Después siguieron la manzana, la piña, abriendo mi boca hacia arriba, sara vertía gotas de lima y casi nunca acertaba. Éramos un conjunto de sabores agridulces difícil de distinguir. Le hice reclinar la cabeza hacia atrás, rociándola con agua fría o caliente sin avisar, no paraba de gemir y moverse, sujetando mi mano izquierda allí donde iba. Es ahí cuando me dijo, "apaga y vámonos".

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